viernes, 30 de julio de 2010

Remolcador EL FARAÓN

Bienvenidos a otro encuentro con Navegantes Clásicos.

Hoy le cederemos este espacio a una de las tantas excentricidades que tiene el mundo de la náutica. Normalmente los que poseemos barcos de madera nos jactamos del tesón que ponemos para la restauración y el mantenimiento de nuestras naves; enarbolamos orgullosos la bandera del sacrificio y la constancia. ¿Como definiría Ud. entonces al Ingeniero Alberto Obarrio, quien desde hace 20 años se encuentra abocado a recuperar, reformar y embellecer a un, alguna vez oxidado y olvidado, remolcador?
Dice el Ingeniero: Siempre soñé con tener uno, pero nunca pensé que realmente lo conseguiría. Cuando pasaron los años y me surgió la comezón de comprar un barco, di con él. En ese entonces, muchos creían que estaba loco y hoy todos están seguros de ello.

A fines de los ochenta Obarrio encontró unos remolcadores gemélos de origen canadienses semi abandonados en la dársena "F" del puerto. Adquirió el más descuidado de los dos, lo recorrió a nuevo y transformó su interior en un sobrio y confortable crucero.

Durante dos décadas, su marcada adicción al trabajo hizo de la mecánica su más destacada especialidad, en conjunción con la creatividad que ha demostrado para la resolución de problemas prácticos que surgieron a granel. Todo un artísta en la materia, tuvo que adaptar piezas de orígenes desconocidos a una maquinaria considerada hoy histórica, aunque mucho más noble y resistente que la mayoría de las actuales.

Diseñado para mover barcos de 2000 toneladas, el Faraón (cuyo nombre original era Olivos) desplaza 180 tn y posee dos enormes tanques de combustible de 7500 litros cada uno, capaces de mantener alimentado ese impresionante motor durante seis jornadas agobiantes de trabajo. Muestran las anotaciones oficiales de los maquinistas que cuando el Faraón se encontraba activo, durante las décadas del 40 y 50, se consumian diariamente 2500 litros combustible.

El Ingeniero Obarrio se encontró con dos grandes problemas a solucionar. Uno fue que el remolcador no tenía caja originalmente, con un régimen de 500 vueltas de máxima y 300 de mínima, para que el buque fuera en reversa había que parar el motor e invertir el giro del cigüeñal con una palanca. La "Faraónica" obra de instalar una caja sin desmultiplicación y realizar una serie de ajustes menores hizo posible prescindir del operador destacado en la sala de máquinas.
El otro tema fue, a través de la construcción de un timón con flap incluido en la zona posterior del mismo, darle a la bestia la posibilidad de virar sobre su propio eje. Se debe tener en cuenta que el Faraón tiene 20 mts. de eslora, 5 y medio de manga y casi 2 mts. de calado, no es lo que se puede definir como "fácil de maniobrar".

Todo su interior se encuentra revestido en madera y en un primer nivel contamos con la timonera, un baño, el salón y la cocina. Escaleras abajo se accede al segundo nivel donde se encuentran el camarote principal en suite, dos camarotes con cuchetas y un segundo baño. Originalmente, en este nivel inferior se hallaba un gran salón con camastros.

Increíble la historia de esta pareja que lleva veinte apasionados años de amistad y trabajo, ¿no lo creen? Un relato para tener en cuenta cuando nuestras fuerzas flaquean ante la necesidad de darle la mano número quichicientas de barniz a la regala, al botazo, a la carroza o al pasa manos de nuestra embarcación.
Hasta la próxima y no se olviden: Cuanto más se tarda, más se navega!