Que gusto contar con vuestra presencia en cubierta, acomódense y compartamos otro encuentro entre navegantes.
El último fin de semana largo del 2011 trajo, como los anteriores, una serie de eventos desafortunados para aquellos que disfrutamos de la navegación recreativa. Estos están relacionados con la traslación agresiva conductiva de tierra firme a la isla, sin lograr diferenciar el medio en el que se mueven los automóviles de las embarcaciones, ni disfrutar del placer que este deporte nos ofrece.
Como una versión náutica del film Rápido y Furioso, el Luján y el Canal Arias, ambos ríos que navegamos el jueves feriado, cerca del medio día, se convirtieron en una alocada carrera para algunos conductores urgentes de llegar a su destino.
Caso 1: Apenas a un rato de haber zarpado, remontando el Luján delante de un velero, cerca del Arias nos pasa por estribor una embarcación modelo Bakota muy apopada. Era tan importante la ola que generaba, innecesariamente por supuesto, que se lo señalamos. Su respuesta fue tan sin sentido como su maniobra: No ven que estoy sobre el barro y tengo que salir rápido. Evidentemente ese "timonel" desconocía que cuanto más apopado se desplazara más cerca del barro estaría su hélice.
Caso 2: Ya sobre el Cl. Arias, un poco más arriba de la boca del Aº Leber, nos pasa una Tigre Trans (lancha pasajera) por babor. Cuando esta queda a nuestra amura un Tarrab 101 se tira a pasar entre ambos. Obviamente, este "Meteoro" barrena la ola de la colectiva haciéndole perder gobierno a quien estaba detrás del timón y produciendo un acercamiento muy peligroso, menor a un metro. Por un instante, tanto los dos tripulantes de una lancha que venía detrás de él como nosotros, pensamos que compartiríamos nuestro cockpit con un par de polizones.
Caso 3: Todo lo antes descripto sucedió en menos de una hora de navegación, pero allí no acababa todo. Para esa hora del día el Arias ya se había convertido en la Autovía 2. De repente, desde atrás, como clasificando para los mil kilómetros del Delta, una offshore zigzagueaba entre las embarcaciones que iba dejando atrás entre olas y salpicaduras. Muchos se acordaron de Nut, madre de "Osiris".
Caso 4: Esperando que ya no existiese otro desmadrado y cerca del Paraná, habíamos logrado relajarnos, algo que estaba previsto desde un principio. En lo mejor de la navegación, mate en mano y bizcochitos sobre la carroza, un desacatado en una lancha, que nada tenía que ver con el programa del Banco Galicia, pero que mejor "Kiero" olvidar, convirtió esos inofensivos bizcochos en mortales misiles que se desparramaron por toda la timonera.
En fin, no creemos poder cambiar algo con este relato, tenga en cuenta lo molesto que puede volverse una navegación en presencia de cualquiera de estos cuatro casos. Si Usted se define como Navegante Clásico estamos seguros de su respeto para con su colega nauta, tome este compromiso y divulgue su actitud. Buenas Travesías!